La puerta
de la clase se cerró.
- Vamos
chicos, todos al final de la clase. Vamos a hacer un cambio de sitios.
Todos nos
miramos entre nosotros. Aquello era raro. Nos habían cambiado de sitio la
semana anterior, ero como siempre, no parábamos de hablar.
- Esta vez
lo haremos sacando números al azar. –Dijo la profesora.- Patricia, di un número
del 1 al 30.
-¿El 23? –dijo
Patri confusa.
La
profesora miró la lista de clase.
- ¡María
Rodríguez! Siéntate ahí. –dijo la profesora señalando la primera fila.
Mi mejor
amiga cogió sus cosas y se sentó en el sitio indicado. Miró hacia atrás. Hacia
donde estábamos los otros 29 alumnos. Impacientes por saber dónde nos
sentaríamos.
La
profesora fue diciendo números y colocando alumnos, uno tras otro. Al final
quedábamos sólo yo y otras dos chicas más.
- El número
26. María –dijo la profesora mirándome.
Me senté en
mi sitio. Intenté ver un poco la pizarra pero no podía. Delante de mí había dos
chicos más altos que yo y además yo necesitaba gafas, pero odiaba ponérmelas.
Levanté la mano.
- ¡Rosa! –grité
a la profesora, para hacerme oír.
- Dime
María.
- Pues… que
no veo nada desde aquí.
- Vale… te
pongo en primera fila.
Asentí.
María, mi mejor amiga, me sonrió desde su sitio. La profesora me cambió de
sitio y me puso al lado de María.
- ¡Hola! Ya
estoy aquí otra vez. Algo bueno tenía que tener ser chiquitita y miope. –Dije riéndome.
- Oye M.A. –Dijo
María.
- Dime.
- ¿Tienes
el número de Álvaro? Es que ayer me dejó su chaqueta y tengo que devolvérsela.
- Pues no
lo tengo…
- ¿Y el del
otro chico lo tienes?
- ¿El de
Blas? Sí, el suyo sí. –dije sonrojándome.
- Pues
dámelo y le pregunto el número de Álvaro.
- Espera
que se lo pregunto yo por whatsapp. –La profesora me miraba muy seria.- Pero
mejor después, cuando acabe la clase.
- Vale.
Durante los
50 minutos que duró la clase de lengua mi móvil no paró de vibrar. Alguien me
estaba hablando por whatsapp cada veinte segundos. En cuanto sonó el timbre, me
saqué el móvil del bolsillo, se lo di a Sandra y le dije que mirase los whatsapp
que tenía, que yo iba al baño.
Sandra
cogió mi móvil con muchas ganas, puso la contraseña y empezó a leer la conversación
con Blas.
Cuando
volví, todas se reían en torno a mi móvil. Me acerqué preguntando:
- ¿Qué
pasa? ¿De qué os reís?
- De lo que
dice Lentejas. –contestó Patri.
- ¿Y qué
dice?
- Que un
tal Blas es muy pesado y no le devuelve su móvil. –respondió Sandra.
- Pero… si
dice que Blas no le devuelve su móvil, ¿con quién estáis hablando? –dije confusa.
- Pues con
Lentejas. –dijo Patri convencida.
- No. No
estáis hablando con Blas. Porque Blas es Lentejas. Seguramente sea algún amigo
suyo. Dame el móvil.
Sandra me
devolvió el teléfono.
*¿Quién eres?*
*Soy un amigo de Blas*
*Ah, ya decía yo. Jeje. ¿Cómo te llamas?*
*Me llamo David*
*¡Ah! David el del hospital, ¿no?*
*El mismo*
- Vale
chicas, ya está. Es David. Un amigo de Blas.
- Ah… entonces nunca conoceremos a Lentejas. –Dijo
Patri desilusionada.
- Lo
siento, chicas. Además no creo que nos volvamos a ver.
- Pues es
una pena… -dijo Sandra.
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