jueves, 4 de julio de 2013

Capítulo 7 ~ La Nota

El móvil sonó en la mesilla de noche. María se despertó, eran las 7.15 de la mañana. Le daba pereza, pero tenía que levantarse o llegaría tarda a clase. Se vistió, desayunó, se peinó, cogió la mochila y se fue. Por el camino se encontró con Sandra.

    - Hola, ¿qué tal?
    - Bueno, cansada… ayer llegué tarde a casa. –contestó María.
    -¡Uy! ¿Y eso?
    - Pillamos un atasco.
    - ¿Pillasteis?
    - Claro, pillamos. El taxista, Álvaro y yo. –explicó María.
    - ¿Álvaro? ¿Quién es Álvaro?
    - Un amigo. –contestó María mientras sus mejillas se ruborizaban.
    - ¿Sólo un amigo?
    - ¡Claro! Nos conocimos ayer. –dijo María riendo.

Llegaron al instituto. Se sentaron en sus sitios y la profesora entró en el aula. María habló con ella y luego volvió a su sitio.

    - ¿Qué le has dicho? –preguntó Alexandra, que acababa de llegar.
    - Que María no va a venir hoy porque está en el hospital con su primo.
    - Bueno, con su primo o con el tío de las lentejas. –rió Sandra.

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Me desperté. Mi primo seguía durmiendo, pero la otra cama estaba vacía. Encima de la mesita había una nota. La leí:

“A David ya le han dado el alta. 
Una enfermera ha dicho que a tu primo se la darían en unas horas.
Sobre las 12 o así.
Me he tomado la libertad de guardar mi número en tu agenda de contactos. 
Yo no tengo el tuyo.
Espero que no te haya molestado.
Un beso.
El chico de las lentejas.”

Sonreí. Cogí mi móvil y busqué su número por la B de Blas, pero no estaba. Me quedé pensando y decidí buscar en la L, ahí estaba: “Lentejas”. Me reí tan fuerte que mi primo se despertó.

    - ¿Qué pasa, María? –preguntó asustado.
    - Te van a dar el alta. A las 12 o así.
    - ¿Cómo lo sabes?
    - Soy adivina. –dije  intentando esconder la nota.
    - ¿Qué tienes ahí? –preguntó señalando mi mano.
    - Nada.

Mi primo se levantó de la cama y me quitó la nota, la leyó y dijo:

    - ¿Un beso? Uy uy uy… este quiere algo.
    - ¡¿Qué va a querer?!
    - Ayer vi cómo te miraba. –Calló un momento. –Y cómo tú lo mirabas a él. Se notaba cierta química.

Miré al suelo intentando que no se notara el rubor de mis mejillas. Menos mal que llamaron a la puerta y una enfermera entró en la habitación.

    - ¿Diego? –preguntó.
    - Sí, soy yo.
    - Las pruebas han salido muy bien. Recoge tus cosas. Te vas a casa.
    - ¿Hay que informar en recepción cuando nos vayamos? –pregunté.
    - No, no es necesario. –respondió la enfermera mientras cerraba la puerta.

Mi primo metió todo en la bolsa de viaje y abandonamos aquella habitación.

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